lunes, 18 de marzo de 2013

El cuento de la Hidra y la Princesa Rota. Jane POV

El firme agarre en torno a mi garganta se intensificó y los pulmones comenzaron a arderme, abrí los ojos y la brillante luz me cegó. Casi no podía respirar. Sabía que podría matarme sin alterar el gesto y por un feroz momento tuve la certeza de que lo haría, que de alguna manera había averiguado mis movimientos a pesar de todas mis precauciones y esta fuese la forma en la que había elegido acabar conmigo.

Tenía sentido, la Hidra en su pecho había cobrado vida.

Arrastrada por la insoportable angustia cometí el error de llevarme las manos a la garganta para intentar separar sus dedos y que algo de aire entrase en mis pulmones al tiempo que pataleaba para alejarlo. Hice un sonido estrangulado cuando traté de inspirar en medio del violento forcejeo. Pero solamente conseguí que apretase con más fuerza hasta que el hilo de aire se cortó por completo y ya no pude moverme.

La presión que notaba en los ojos se intensificó hasta temer que estallasen, mientras solo podía ver las cabezas de la Hidra atacándome entre luces centelleantes; me zumbaban los oídos, me ardía la garganta y el pecho… y el sexo. El hormigueo en los labios y las manos me hizo ser consciente de que me encontraba en plena “Fase Cerebral” de la asfixia. Solo un poco más y entraría en la “Fase Convulsiva” de la que era más difícil regresar, después, la completa asfixia. Y la muerte.

El pánico se apoderó de mí y con fuerzas renovadas traté de luchar de nuevo. Me temblaban las manos. La cabeza me daba vueltas y cada vez me costaba mantener… un… algún… pensa… pensamiento… No… Las cabezas…



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Al limpiar el espejo empañado me observé con atención por primera vez. Tenía el pelo completamente negro con un evidente mal corte que me hacía parecer una trastornada. Los derrames en los ojos reforzaban esa impresión, mi piel parecía aún más pálida, las marcas en mi cuello cada vez eran más visibles al igual que el labio hinchado por las bofetadas con las que Aro se excitaba al comienzo, completaban mi nueva imagen. El labio me dolía, a medida que se hacía más viejo, el número de bofetadas iba creciendo; luego venía la asfixia hasta que conseguía correrse.

¡Viejo asqueroso!

Mi aspecto era toda una advertencia a quien quisiese acercarse. Bien. Lo prefería de esa forma.

Me acerqué al espejo y con cuidado retiré el esparadrapo que cubría el piercing microdermal que mandé hacer con el diamante sintético a partir de las cenizas de Alec. Era una talla sencilla con reflejos azules que bajo mi ojo parecía una lágrima. El resto del piercing estaba oculto bajo la piel y solo se veía el pequeño diamante. Era un buen trabajo.

Las pruebas de ADN, la cremación y la sintetización del diamante retrasaron cuatro semanas mi llegada a esa isla de mierda llena de mosquitos y tres edificaciones casi en ruinas, mucho más de lo que Aro esperaba, por eso había sido especialmente duro conmigo.

No importaba. Cada minuto de retraso había merecido la pena.



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En vez de esos números, tecleé los míos.

Contuve el aliento mientras se procesaba la operación mirando de soslayo hacia él.

Aro se frotó los ojos con rabia y sacudió la cabeza como si no pudiese ver bien. Bostezó.

La barra de proceso seguía su lenta evolución, así como el Rohipnol.

Después caería al suelo mientras yo terminaba de trasferir el resto del dinero hasta vaciar la cuenta, sacaría mi navaja, le abriría el cuello a ese cerdo, luego cortaría cada una de las cabezas y finalmente la clavaría en el corazón de la Hidra, cogería mi mochila y me largaría andando a buen ritmo, pero sin correr, antes de que nadie advirtiese que algo estaba sucediendo.

“Operación Rechazada”

Mi corazón se detuvo y un calor desagradable surgió de mis entrañas. Con manos temblorosas tecleé de nuevo mi número de cuenta con especial cuidado de no errar en ningún dígito.

“Operación Rechazada”

-¿Qué está sucediendo? – Preguntó sospechando al escuchar que tecleaba de nuevo.

-No lo sé, rechaza la operación. – Me esforcé en hablar por primera vez y como esperaba, mi voz sonó rota y entrecortada, pero que doliese era el menor de los problemas que tenía en ese momento. Gran parte de mi plan estaba en peligro.

-Seguramente te has equivocado en algún número. – La ligereza de su voz se contradecía con la agudeza de sus ojos a pesar de los efectos de la droga. Tecleé de nuevo, esta vez los números que me volvía a dictar, temiendo que hubiese algún tipo de restricción y que fuese una nueva trampa para comprobar mi lealtad.

“Operación Rechazada”

Mi mirada le dijo lo que necesitaba saber.

-¡Déjame a mí! Te estás convirtiendo en alguien insoportablemente decepcionante. – Arrastrando la pierna por la herida en la rodilla se acercó y tirando de mi camiseta me apartó bruscamente para comprobar qué sucedía por sí mismo.

-No puede ser. Debe tratarse de un error. – Apreté los dientes, el verlo confuso me dio la fuerza necesaria para avanzar un paso hasta poder ver la pantalla.

“Saldo disponible: 0,00”

Dejé escapar un sonido extraño, mitad risa, mitad bufido, que atrajo inmediatamente la atención de Aro y las nueve cabezas de la Hidra bajo su camisa blanca. Ni un solo error más, Jane.

-No queda ni un céntimo. ¿Cómo es posible? – Me apresuré a decir dejando ver una conmoción que realmente sentía. Mi intención de quedarme con el dinero que yo misma le había ayudado a reunir acababa de saltar en pedazos. Y con ese dinero, mis planes de futuro. Aro frunció el ceño sobre los ojos vidriosos y se concentró de nuevo en la pantalla. Pulsó más teclas y de repente su expresión se volvió completamente neutra, antes de dejarse caer en el respaldo de la silla con una actitud que no hubiese dudado en describir como abatimiento si estuviese hablando de otro hombre.

-La cuenta ha sido transferida en su totalidad, como donante anónimo, hace tres minutos, a otra en Seattle a nombre de la Fundación Internacional para la Protección de la Infancia y Adolescencia Isabella Cullen… Tres. Malditos. Minutos.

La fría ironía de la jugada de Masen hizo que bufase y sonreí al imaginarlo agazapado, pendiente de la más pequeña oportunidad para saquear la cuenta matriz de los Vulturi. Tres minutos… Tenía que reconocer que ese hijo de puta sabía dónde golpear para hacer daño.

Cuando alcé los ojos, Aro también me miraba sonriendo. Esa sonrisa cortaba como un cuchillo y me produjo un violento escalofrío. Sospechaba de mí.

Se acercó despacio hasta donde yo estaba, ayudándose con el bastón sin apartar sus ojos de los míos y sin dejar de sonreír. Un fino sudor le perlaba la frente, era la primera vez que lo veía sudar, sin embargo, yo sentía frío.

Luché contra el instinto de retroceder y logré permanecer en mi lugar, si hacía un movimiento en falso estaba muerta. Su respiración dulzona me golpeaba en la cara mientras mi mente se llenaba de imágenes de las cabezas de la Hidra y su aliento venenoso.


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-¿Qué es lo que quieres exactamente, Frank, alias Sundance, de Opotiki? – Si es que algo de eso es cierto…

-Wow, sí que sabes cortar en seco. – Alzó las manos en señal de disculpa y enderezó la espalda. – Nada, no quiero nada, solamente he visto que eres occidental y que te han agredido seriamente, así que pensé que quizás te gustase viajar acompañada si es que compartes nuestra ruta. No es prudente viajar a solas por estas tierras. Eso es todo. No te molesto más. – Se levantó y dándome la espalda se reunió con los demás que hablaban sin prestarnos atención, al tomar asiento me dedicó una última mirada con el ceño fruncido. Entonces los demás le preguntaron y se limitó a responderles que me habían atacado, me miraron con ojos compasivos, sobre todo ellas, y apartaron la vista de nuevo.

¿Qué coño significaba todo esto? Por puro instinto acaricié el gatillo nerviosa, el peso y la dureza del arma en mi mano oculta en la mochila me hizo darme cuenta de que probablemente la única realmente peligrosa en aquel autobús era yo.

No podía dejarme llevar por la paranoia. Tenía que pensar, y hacerlo rápido.

Punto número uno: si Aro seguía vivo ordenaría mi búsqueda.

Número dos: yo conocía bien a toda su gente, y estos supuestos surfistas sin cicatrices y bronceados que disimulaban tan mal su curiosidad por mí, no encajaban en el perfil DGD, “tipos Duros, Grandes y Discretos”, y eso podía descartarlos; si quisiesen matarme con uno de ellos era suficiente, habría subido al autobús, me dispararía en pie desde el pasillo y aprovechando el pánico desaparecería y nadie podría describirlo acertadamente. Así era como Aro hacía las cosas.

Número tres: Aro se había quedado sin recursos económicos, no sabía hacia donde me dirigía y en dos horas no le ha dado tiempo a reclutar a gente nueva y situarlos justo donde yo había desembarcado, y mucho menos para que me acompañasen en el viaje, esa zona estaba llena de micro islas y podría haberme dirigido a cualquier destino. Eso era razonable.

Número cuatro: primero tendría que buscarme, y era más probable que me buscase sola. Ese chico tenía razón en algo, estaría más protegida viajando acompañada, pasaría más desapercibida entre gente cercana a mi edad. Al menos hasta que me encontrase en una zona más segura y pudiese continuar mi camino. Aceptaría su oferta y me la jugaría a esta carta, y si al final mi instinto me fallaba, todavía me quedaría la pistola. Todo iría bien siempre que yo desconfiase más de ellos, que ellos de mí.

Lo miré fijamente, prestando atención a la animada conversación que mantenían sobre la ruta que seguirían y los partes de previsión de olas, hasta que mi insistencia lo hizo mirar de nuevo hacia mí. Entonces le dediqué una especie de sonrisa para que la interpretase como un acercamiento. Y lo hizo, pero en vez de esperar, fue él quien se levantó de nuevo para acercarse y apoyando las dos manos con actitud desenfadada en los reposacabezas de los asientos, donde podía verlas, esperó a que dijese algo.

-Mi nombre es Alexandra, pero todo el mundo me llama Alec, con “c” al final. – Dije por fin sin moverme de mi sitio improvisando un tono ligero a pesar de mi ronquera. Entonces sonrió mostrando una fila de perfectos dientes blancos y me tendió la mano. Tuve que esforzarme en soltar la pistola y con el corazón desbocado temiendo lo peor, correspondí a su saludo. No hubo ataque por sorpresa, solo un apretón firme, pero no hostil.

-Encantado, Alexandra, alias Alec con “c” al final. Un piercing impresionante ese que tienes. – Me gustó que de nuevo en vez de señalarme, se señalase a sí mismo en el lugar donde yo llevaba el recuerdo de mi hermano. Ahogué un eco sordo que retumbó en mi pecho al evocar su recuerdo.

-He pensado que me gustaría continuar viaje con vosotros. Si… si todavía sigue en pie la oferta. – Yo no era hábil tratando con la gente, eso era evidente. Su sonrisa se ensanchó e inclinó la cabeza hacia donde los demás nos miraban expectantes.

-Ven, te presentaré al resto.

Agarré con fuerza la mochila y me levanté dispuesta a hacer como si me interesasen esas personas, dispuesta a interpretar el papel de una chica normal que viajaba sola y la habían atacado para robarle y estaba muy agradecida por su ofrecimiento. Dispuesta a hacerles creer que podía encajar entre ellos, que era una más, mientras memorizaba sus nombres y estrechaba sus manos, buscando en sus gestos, en sus miradas, en sus sonrisas y sus voces cualquier detalle que pudiese reconocer que delatase a la gente como yo.

La gente como yo, que soñaba con monstruos rojos de nueve cabezas que miraban directamente a los pensamientos más ocultos, que había aprendido a no llorar ni siquiera estando a solas, y que pensaba en el futuro en términos inmediatos mientras recelaba de todo el mundo.

Las princesas rotas como yo no creíamos en príncipes de pelo rubio y ojos verdes que nos salvasen de la Hidra. Eso no sucedía en nuestro mundo.

Las princesas rotas como yo solo creíamos en el peso de un arma, en que todo el mundo tenía un precio, y en que en la vida real no existían princesas rotas como yo.

Solamente yo.


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4 comentarios:

  1. Has conseguido lo q estoy segura q te proponías...que en un mundo de horror, de personas malas, q daba por sentado, pq así tu has querido, o al menos yo he interpretado, de la naturaleza cruel de su ser....surja un atisbo de compasión, hacia una niña en todo el sentido de la palabra, q no es más q una víctima manipulada a la q dejan sin opciones y escoge lo q para ella es mejor dentro de ese horribe mundo. Bajo el mando de hierro q más q por su fuerza, por su poder mental de Aro q crea un ejército de desesperados emocionales.
    Muy certero este punto de vista, por inesperado y por cerrar muchos cabos de la historia q eran necesarios desde la otra barrera.
    Magníficamente plastada la desesperación y la sensación o certtidumbre de soledad de la chica del diamante.

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  2. Te dejé review en ff, pero por aqui te comento tambien :)
    Gracias a este capi, hemos comprendido realmente la historia de Jane. Desde los ojos de Bella, Jane es la compañera de Aro, una persona tan malvada como él que quiere verles sufrir.
    Pero gracias a este POV, comprendemos realmente que Jane hizo todo lo posible por sobrevivir, por no terminar muerta o algo peor. Es una luchadora al igual que Edward que hizo lo que creyó mejor para sobrevivir. Se ganó la confianza de Aro porque así por lo menos tenía asegurado el mañana, ella creía que era su niña consentida, su favorita....hasta que le cuentan la verdad y todo esa burbuja de cristal explota en mil pedazos. Se da cuenta de que a Aro sólo le importa él mismo y que fue él quien mató a la persona que más quería en el mundo, Alec. Ahi es cuando se da cuenta que desde que su hermano muriera, ella ha estado siempre sola, viviendo una mentira tejida por las diabolicas manos de Aro, manejándola a su antojo.
    Me dio muchísimo miedo la posibilidad de que Aro le arrancase el pendiente, no sólo por la herida y el daño que le podía causar a ella, sin por lo que ese diamente es, lo único que le queda en la vida, lo único que le queda de su hermano.
    Creo que nadie mejor que ella podría haber contado este capi, para poder entender realmente el tormento que ha vivido Jane.
    Espero que ahora que es libre también pueda encontrar gente que la quiera de verdad, en la que poder confiar y que le enseñe que en la vida no todo el mundo es como Aro.
    Puedes estar muuuy tranquila respecto a estos dos capis, fueron perfectos.
    Un besotee

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  3. Hola de nuevo.

    Realmente leer la historia de Jane es estremecedor, ha pasado a mis ojos de ser verdugo a ser otra victima mas de Aro, pero eso no la exime de lo que ha hecho pero creo que aguantar a ese hombre toda su vida y saber que se ha estado acostando con el asesino de su hermano es bastante castigo para ella.
    El Puto Amo la ha perdonado y la ha dejado ir en paz, así que yo también lo dejaré, ojala encuentre esa paz.

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  4. ¡Hola Esther! como siempre no has decepcionado, ha sido un capítulo esclarecedor.
    Aro conseguía que nadie lo abandonara, porque se aprovechaba de las debilidad sentimental de la gente que captaba, así se aseguraba su lealtad. Sí lo abandonaban, lo que más querían sufriría las consecuencias, Ya se lo comentó Edward a Bella cuando le contó la historia de los dos hermanos (Alex y Jane), como Aro presionaba a Alex para que hiciera lo que él quería, si no, su hermana lo pasaría mal. Después de tanto sufrir para proteger a su hermana, el pobre murió de forma trágica,no solo recibió golpes que casi lo matan, es que como no consiguen que muera así, lo rematan con un tiro en la sien De esa forma Edward carga con un crimen que no ha cometido y por el que se siente culpable. La hermana sola, apoyandose en Aro (es lo que quiere, ser imprecindible para ella. También para Edward, pero se le escapa al adoptarlo Carlisle, algo con lo que no contaba).
    Jane ha vivido en el odio que Aro ha sembrado en ella día a día. Cuando Edward le cuenta la verdad su mundo se derrumba, su vida ha sido una mentira.
    Eres una escritora ¡GENIAL!, espero que no dejes de escribir y nos deleites con otra de tus historias.
    Piensate lo de publicar en libro "RENDICIÓN". Escribes mejor que algunas escritoras consolidadas, no tienes nada que envidiarle.
    Un abrazo ¡GENIO!

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